DEBAJO DE LA PANDEMIA. Boletín N47. Invierno 2021

Gabriela López

Sir[a]

Jornadas online de la AMSM 2020

Se inicia la intervención con un minuto de silencio por la muerte de 480 personas senegalesas en las últimas dos semanas, tratando de llegar a las costas canarias.

Si hablamos de migración, hablamos de silencio como mecanismo de opresión y de supervivencia. La criminalización y la negación de la realidad migratoria como mecanismo de control y de violencia, frente a la clandestinidad como estrategia de afrontamiento, para escapar de las trampas del sistema migratorio. El silencio impacta, provoca sufrimiento psíquico y quiebra identidades, más profundo, por debajo de la pandemia.

La migración, aunque debería, no responde a la búsqueda natural de supervivencia y desarrollo, sino que está atravesada por intereses políticos y económicos. La pandemia, es una oportunidad para implementar nuevas medidas y políticas, que bajo un marco de excepcionalidad, provocan un impacto directo sobre las personas migradas:

  • Cierre de fronteras, que conlleva entre otras, la restricción del movimiento de personas que están en riesgo (personas que huyen de contextos de violencia o miseria) y situaciones de hacinamiento y condiciones inhumanas de supervivencia en los territorios fronterizos (Melilla, Canarias, Marruecos).
  • Criminalización del movimiento para personas que en muchas ocasiones no tienen el entorno adecuado para poder realizar el confinamiento de manera segura, lo que agrava las estrategias de clandestinidad en el contexto de acogida.
  • Ralentización o paralización de los trámites, lo que provoca situaciones de irregularidad administrativa y por lo tanto, riesgo de deportación y pérdida de acceso a derechos.
  • Precariedad y riesgo de exclusión, ya que la situación de irregularidad (con empleos no formales) exime de derechos laborales. Permite despidos sin salvaguardas e impide el acceso a las ayudas estatales derivadas de la situación de crisis. En el caso de las personas migradas, la precariedad económica afecta a la familia en país de origen. A raíz de la crisis COVID-19, han disminuido significativamente el envío de remesas.
  • Aumento de la presencia y controles policiales, como elemento estresor.
  • El confinamiento invisibiliza (menor presencia y participación ciudadana). Las situaciones de riesgo, precariedad o vulneración que sufren las personas migradas, tienen menos posibilidad de denuncia o defensa.
  • Riesgo sanitario y aumento de barreras para el acceso al sistema sanitario, para una población que en muchas ocasiones está en situación de hacinamiento y tiene dificultades para el acceso al sistema sanitario (por la situación administrativa, por discriminación o xenofobia, por malas experiencias previas, por falta de comprensión…)

Hay que comprehender el fenómeno migratorio y tener en cuenta los contextos de origen y de tránsito, así como las condiciones de la acogida para analizar el sufrimiento psíquico que este provoca. Hay que criminalizar, denunciar y señalizar la violencia que sufren las personas migradas para poder realizar un proceso reparador.

 

Existe una desproporción entre los factores protectores y los factores de riesgo en las personas migradas. Se deposita, la capacidad de regulación psíquica en la capacidad individual de afrontamiento, a pesar de los elementos de riesgo personales que acarrean. La situación de pandemia ha agravado significativamente los factores de riesgo.

La migración conlleva duelos y la crisis COVID-19 está estrechamente ligada a la muerte. Las personas migradas están obligadas a acompañar y despedir a sus seres queridos desde la distancia. Además, la posibilidad del retorno, supone un riesgo sanitario extremo por la situación de pandemia en contextos donde el acceso a la salud, y los recursos existentes, son escasos en muchos casos.

La situación actual, impide a las personas migradas la posibilidad de tener un periodo de restablecimiento de la experiencia, con el contexto de seguridad y estabilidad mínimo. Existe sintomatología que aparece o se agrava a raíz de la situación de pandemia y aislamiento:

  • La presencia de estresores, aumenta el nivel de activación. Existe mayor reexperimentación ante la falta de recursos, que recuerda la escasez en el contexto de origen. La militarización de la ciudad y la presencia de cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, desencadena recuerdos de personas que han sufrido violencia.
  • A nivel ontológico, ante la parálisis mundial, existe un quiebre en el proyecto vital por el bloqueo de oportunidades. Puede aparecer culpa por la distancia con la familia y la incapacidad de ofrecer soporte. A nivel identitario, las situaciones de discriminación aumentan en frecuencia e intensidad y las personas migradas, ven impedida su capacidad productiva.

A raíz de la situación actual, se observan (entre otros) cuadros de adicción, depresivos, psicóticos (de carácter psicógeno) o cuadros de ansiedad.  Las personas migradas, a raíz de la situación de pandemia, se han visto especialmente expuestas a terminar en situación de calle.

La complejidad de la situación implica una responsabilidad como profesionales y como ciudadanos y ciudadanas de la sociedad de acogida. Acompañar desde una perspectiva psicosocial, cultural y humana. Facilitar en nuestro entorno (personal y laboral) la representación de las personas migradas como agentes con voz y participación en el contexto. Visibilizar su historia para promover derechos.

Tenemos la obligación de contextualizarnos, porque no saber, con la accesibilidad que existe a información, es una irresponsabilidad.

Acompañar a las personas migradas, exige romper el silencio en la dirección correcta; criminalizar y denunciar la violencia y vulneraciones sufridas, visibilizar su identidad (más allá de la identidad migrante) y reconocer el sufrimiento.

 

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