Después de recibir la pregunta desde diferentes lugares acerca de la fecha de las jornadas de la madrileña de este año, nos decidimos a escribir este editorial en el que compartir con vosotros el punto en el que estamos. La primera y buena noticia es que sí habrá jornadas este año, pero las hemos pasado a noviembre y en principio serán de nuevo en el Matadero. Ya las tenemos perfiladas pero preferimos contaros un poco más cuando estén listas y la fecha definitiva confirmada.
Todos los años nos sucede algo similar, los últimos meses de organización de las jornadas son muy intensos, con reuniones frecuentes, imprevistos de última hora, cambios, dudas. Y, de un tiempo a esta parte, cuando terminan las jornadas dejamos de hablarnos un tiempo, nos invade una resaca difícil de aliviar, que tiene que ver con la sensación de no haber sabido construir un espacio seguro para todos los participantes, con el temor de haber decantado el discurso hacia alguna de las partes, de haber descuidado el sufrimiento de alguien.
Este año la situación fue distinta. Digamos que las jornadas pasadas nos dejaron un poso diferente, de alguna forma nos sentíamos tocados, desconcertados, con dificultades para encontrar de nuevo nuestro rumbo. Más que nunca, frente a la necesidad de un diálogo reparador nos pareció que emergían discursos polarizados; queriendo aproximarnos a la complejidad del sufrimiento psíquico por momentos parecía que podía explicarse a través de dos etiquetas de bordes rígidos e infranqueables: las víctimas y los verdugos; los factores socioeconómicos que tantas veces hemos defendido que nos atraviesan y condicionan la salud mental y nuestras prácticas parecían poder resolverse con el esfuerzo individual… Y francamente, nada de esto nos cuadraba….
Quizás parte de esto se produjo porque se abrieron temas complejos, de mucho sufrimiento, que se abordaron en un grupo muy grande y con poco tiempo. El clima de las jornadas fue duro en algunos momentos, hablar del malestar psíquico y de cómo nos acercamos y alejamos de él es muy difícil. Hubo voces que no pudimos escuchar, personas que no se sintieron lo suficientemente recogidas para poder hablar. Los tiempos no fueron suficientes. Y es que hay conversaciones a las que hay que dedicarles un rato largo. Sabemos que en las jornadas decepcionaron a algunos, gustaron a otros y generaron confusión en muchos. Intentamos hacerlo lo mejor posible pero no salieron como queríamos.
Como Junta tenemos unas pocas cuestiones claras. Algunas tienen que ver con nuestros objetivos como asociación y con que solo podremos alcanzarlos escuchando voces diferentes. También tenemos claro que las diferencias no emergen si quien las expone es etiquetado y descalificado. Sabemos que hay mucho que eliminar, mucho que reparar y mucho que construir, pero cuando todo ello se hace desde un solo ángulo lo construido, no se sostiene. Sabemos con certeza que la pelea no solo consiste en concienciar individuos sino en transformar estructuras, y que estas solo cambian si luchamos juntos. Pero es imposible luchar con la misma estrategia porque ocupamos lugares diferentes. No hay solo un camino, no hay solo una manera… y menos mal… cualquier otra cosa suena mesiánica.
Pero sin duda, de lo que más tenemos es incertidumbre… de si entre todos sabremos construir conjuntamente puentes, ventanas, alas… de si podremos sostener decisiones difíciles y pagar el peaje, de si podremos permanecer diferenciados abordando la tarea común.
Este año hemos decidido posponer las jornadas a noviembre. Necesitábamos aprender de lo vivido y pensar en cómo construir un espacio seguro en donde pudiéramos contar con todas las voces, sin caer en maniqueísmos. No sabemos si podremos conseguirlo, pero vamos a poner todo nuestro esfuerzo. No es fácil compatibilizar esta tarea con el trabajo, los cuidados y el ritmo frenético que nos exige el neoliberalismo. Quizás también tenemos pendiente la tarea de digerir que siempre estaremos en falta, que no gustaremos a todos, y que es necesario pagar un peaje cuando se renuncia a la omnipotencia y se abraza una posibilidad.
Con todo, si ampliamos el foco la vivencia que tenemos de las jornadas de los últimos años es positiva. Sentimos cierta satisfacción por todo lo recorrido. Confiamos en que la dificultad es inherente al camino que nos toca de construir una atención a la Salud Mental que sea comunitaria, pública, libre de coerción, basada en los derechos de las personas. Sabemos que ese horizonte no es fácil. Que cambiar las cosas conlleva tiempo y ganas, hacernos heridas, curarnos juntos. Y confiamos también en que son necesarias las caídas, conflictos y revueltas para construir desde lo común. Estamos encantadas de continuar camino, con sus avatares, sus goces, sus tropiezos, sus pasiones. Hemos reflexionado acerca de los actores que necesitamos para continuar y nos hemos convencido de que es justamente la polifonía de voces que hemos conseguido en las jornadas de los últimos años, la que nos sirve de brújula.
hasta pronto,
Junta AMSM