Prevención del suicidio, ampliando perspectivas.

En el Día Mundial de la Prevención del Suicidio para la Organización Mundial de la Salud (OMS) queremos compartir con vosotros algunos textos que nos ayudan a salir de una visión estrecha centrada en la “enfermedad mental”.

Según la propia OMS, el suicidio no es un problema de salud mental; ni un trastorno, ni una enfermedad. Se trata de un problema de Salud Pública.  Está documentada su relación con los trastornos mentales, pero una aseveración así nos resulta demasiado general y ofrece poca información acerca de las causas reales, sobre cómo intervenir para subsanarlas y poder disminuir su incidencia. Si bien el sufrimiento psíquico aparece en la mayoría de los casos de suicidio, éste puede estar causado por múltiples situaciones. La afirmación sobre su relación con el trastorno o la enfermedad mental remite al diagnóstico y en muchas ocasiones impide acceder a los precipitantes de ese sufrimiento y al origen del problema. Es la propia OMS la que señala lo siguiente:

Si bien el vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales (en particular los trastornos relacionados con la depresión y el consumo de alcohol) está bien documentado en los países de altos ingresos, muchos suicidios se producen impulsivamente en momentos de crisis que menoscaban la capacidad para afrontar las tensiones de la vida, tales como los problemas financieros, las rupturas de relaciones o los dolores y enfermedades crónicos.

Además, las experiencias relacionadas con conflictos, desastres, violencia, abusos, pérdidas y sensación de aislamiento están estrechamente ligadas a conductas suicidas. Las tasas de suicidio también son elevadas entre los grupos vulnerables objeto de discriminación, por ejemplo, los refugiados y migrantes; las comunidades indígenas; las personas lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales, intersexuales; y los reclusos.

Organización Mundial de la Salud.

Son las desigualdades, los problemas sociales, la pobreza, la discriminación, la violencia de machista, el racismo, a quienes encontramos detrás de las conductas suicidas. La distinción entre países con altos ingresos y con bajos ingresos nos puede hacer reflexionar también acerca de la tendencia de los primeros a medicalizar esos problemas, como ya explicaba Iván de La Mata en este post.

La intervención sobre las conductas suicidas debe tener en cuenta todo esto y estar planteada desde la Salud Pública:

El suicidio es un problema complejo y, consiguientemente, las actividades de prevención exigen la coordinación y colaboración de múltiples sectores de la sociedad, incluidos los de salud, educación, trabajo, agricultura, comercio, justicia, derecho, defensa, política y medios de comunicación. Esas actividades deben ser amplias e integradas, dado que ningún enfoque individual por separado puede tener efecto en una cuestión tan compleja como el suicidio.

Organización Mundial de la Salud.

Los planes para la prevención del suicidio no pueden descargar  toda la responsabilidad (ni siquiera la mayor parte) sobre los hombros de un Sistema de Salud Mental que ya hace aguas para atender la demanda habitual, que se esfuerza por ofrecer una atención según los criterios de accesibilidad, equidad y universalidad en un momento de descapitalización y precarización de todo el sistema de salud. Si seguimos empeñados en simplificar, individualizar y medicalizar problemas que tienen raíces sociales conseguiremos más programas de prevención del suicidio que entretengan el malestar de la población, que incluso reduzcan los datos de incidencia de conductas suicidas, pero no que solucionen problemas ni disminuyan el sufrimiento.

Recientemente publicamos este post a propósito del documento del Foro Catalán de Atención Primaria.

Recuperamos una artículo de opinión firmado por 40 profesionales pertenecientes a la AEN: Suicidios, desahucios y más recortes, que apuesta por entender que no hay prevención si no se atienden a las causas socio-económicas y por no patologizar la vida.

Y os invitamos a leer este artículo en torno a las consideraciones éticas que como profesionales no podemos dejar de tener en cuenta en nuestro encuentro con la realidad de la muerte voluntaria.

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