La conducta suicida y los planes de prevención sanitaria. A propósito del documento del Foro Catalán de Atención Primaria.

El relato mayoritario que tenemos en nuestros días sobre la muerte voluntaria es que se trata de una tragedia fruto de un fracaso. Un fracaso del individuo, que se suicida porque no ha sabido asumir la responsabilidad personal de su destino. La explicación es que una enfermedad mental le priva de su capacidad de afrontamiento, de adaptación y, por tanto, los profesionales sanitarios: médicos de familia, psicólogos o psiquiatras, pueden evitar este desenlace. La perspectiva mayoritaria es que el suicidio, como la vida y la muerte, es un asunto individual, privado y los técnicos de lo psi pueden reparar esa mente o ese cerebro averiados. Esta forma de entender la muerte voluntaria es particular de nuestra época, de esta sociedad neoliberal que tiende a responsabilizarexclusivamente al individuo de su destino. captura-de-pantalla-de-2018-06-29-10-10-48

En este contexto, se han puesto en marcha planes sanitarios de prevención del suicidio como el de Cataluña, que se denomina “Código riesgo de suicidio”. El Foro catalán de atención primaria (FOCAP) es un movimiento asociativo abierto a los profesionales de la atención primaria y a la ciudadanía que propone un espacio de debate crítico para la mejora de la atención sanitaria. Fruto de su trabajo, es el documento Consideraciones para el abordaje social y sanitario del suicidio a propósito del “Código riesgo de suicidio” que se ha presentado recientemente donde cuestionan el reduccionismo de un abordaje sanitario frente a un asunto tan complejo.

La prevención individual del suicidio desde la perspectiva biomédica de que el suicidio es fruto de una enfermedad mental aparece en el contexto del desarrollo de un autoritarismo científico que coloca a las Ciencias positivas como la respuesta a todos los enigmas y la única forma de obtener conocimiento. Los problemas de salud mental ya no tienen un condicionamiento social o en la interacción entre el individuo y el medio, sino que se deben al fallo de un cerebro alterado o de una mente entendida en términos computacionales.

Pero la evaluación de los factores de riesgo es una aproximación muy limitada y controvertida para prevenir el suicidio. Los factores ya conocidos como los episodios previos de dañarse, el intento de suicidio, la presencia de problemas físicos o el sexo masculino no permiten saber quién se suicidará. Los eventos raros como el suicidio, no importa lo trágicos que sean para todas las personas involucradas ni todo nuestro deseo por prevenirlos, son imposibles de predecir con un grado de exactitud que sea clínicamente significativo. Cuando se han evaluado las escalas de riesgo de suicidio, solo dos de ellas, la BHS (Beck Hopelessness Scale y la SIS Suicides Intent Scale) tienen suficientes datos para poder evaluarse con un metanálisis. Las dos carecen de suficiente sensibilidad y especificidad para ser clínicamente útiles. La falta de sensibilidad conducirá a que no se detecten muchas personas que se van a suicidar. La falta de especificidad conducirá a que personas de alto riesgo pero que no iban a suicidarse reciban intervenciones (a veces agresivas) innecesarias. Algunos autores se plantean incluso si los planes de prevención del suicidio no provocan más suicidios debido a la medicalización y el estigma que provocan.

El documento elaborado por el FOCAP da cuenta de la complejidad de la conducta suicida y busca una aproximación que incluya los aspectos sociales tanto en su origen como en su abordaje. Por ello, es una herramienta fundamental para los profesionales que deseen ampliar sus conocimientos y capacidad para atender a personas con sufrimiento psíquico que presentan ideas o comportamientos que pueden comprometer su vida.

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