Como cada año, la Fundación Manantial ha organizado su jornada en el Caixafórum, y que ya es un referente entre los profesionales que atendemos a personas con problemas mentales. Siempre se han distinguido por su planteamiento atractivo y la participación de ponentes de alto nivel, nacionales o extranjeros.
La jornada de este año tenía un título sugerente: “Grietas en rehabilitación psicosocial: una revisión crítica.” El formato, como otras ocasiones, ha pretendido ser dialogado, con mayor fortuna en unas mesas que en otras. La presencia de cinco voces más la del moderador puede dar lugar a tocar muchos temas sin profundizar en ellos o a que en ocasiones se establezcan monólogos desconectados de la conversación. Desde luego que el punto de partida es mucho más estimulante que una mesa tradicional con presentaciones de PowerPoint, pero el éxito de la empresa recae en la capacidad de los invitados para dialogar, y no tanto en sus conocimientos acumulados. Fue el caso de Julio Sanjuan, autor prolífico que puso de manifiesto lo difícil que a veces es escuchar y cooperar en el desarrollo de una conversación. A duras penas, José Leal intentó elevar la narrativa tecnologicista y deslavazada de Sanjuan a planteamientos que tienen que ver con el reconocimiento del usuario, el trato, su autonomía, y la responsabilidad de los profesionales en el establecimiento de un vínculo humano y de cuidado.
Las dos mesas redondas posteriores partían de un encuadre que ya escenifica muy bien el estado de la cuestión. Por un lado, los profesionales de los centros de salud mental convocados a comentar la rehabilitación en Madrid desde sus dispositivos. En la otra mesa, profesionales representantes de la red de rehabilitación psicosocial y dos usuarios, haciéndose cargo del discurso crítico, con los jefes y responsables de la Administración escuchándolos en primera fila.
Se pueden hacer muchas lecturas de todo lo que allí se dijo, tanto sobre el escenario como en las participaciones del público pero, a grosso modo, podríamos dividir los discursos en dos tipos: aquellos que apuntalaban la organización, el modelo y las prácticas de la rehabilitación psicosocial en Madrid, y otros que intentaban señalar las grietas y cuestionar, aunque fuera mínimamente, lo instituido.
La narrativa instituida planteaba los logros evidentes en la rehabilitación psicosocial en Madrid desde sus inicios en los centros de salud mental, y en todo su desarrollo posterior a lo largo de los últimos 30 años a través de los múltiples dispositivos de rehabilitación psicosocial. Aunque era una jornada centrada en la revisión crítica, parecía importante reconocer también, los éxitos de esta gestión que da cuenta de un modelo de referencia nacional e internacional. En general predominaba una visión amable de la situación, en la que principalmente se reclamaba una mejor coordinación entre los dispositivos y entre los profesionales y se apelaba a la formación y el compromiso como elementos importantes en el mantenimiento de las prácticas. Algunos portavoces de esta narrativa empleaban términos como enfermedad o símiles con la medicina, para describir estas prácticas de rehabilitación comunitaria en salud mental
Por otra parte, algunos participantes de la primera mesa y todos de la segunda, asumieron la tarea encomendada en el título de la jornada y que era la de pensar de manera crítica la rehabilitación psicosocial en Madrid. Esta narrativa instituyente planteaba, precisamente, la dificultad de poder hacer una crítica desde dentro y en una posición de debilidad dentro de la jerarquía institucional. A pesar de ello, se señalaron temas importantes como la subordinación de la red de rehabilitación a la de salud mental, el desequilibrio de poder entre los profesionales, las prácticas rehabilitadoras amparadas en un modelo biomédico, los daños que hacen los neurolépticos y lo que pueden obstaculizar la recuperación, los condicionamientos económicos a la hora de dar altas o tener lista de espera, la accesibilidad a los dispositivos de rehabilitación, las condiciones laborales de los trabajadores a quienes se les pide a la vez una excelencia profesional, las contradicciones del modelo que a veces provoca dependencias o el cuestionamiento de que haya dos redes de atención y si cabría un futuro en el que se unificase a los profesionales y sus prácticas en torno a una asistencia a la persona y no centrada en el tratamiento de una enfermedad en salud mental y su rehabilitación en los dispositivos psicosociales. Fue una narrativa moderada (nadie habló de hacer una revolución), pero valiente dado el encuadre, y con elementos de autocrítica.
Es importante agradecer a la Fundación Manantial su propuesta de hacer una jornada de revisión crítica de la rehabilitación psicosocial, la apuesta era difícil y nos permite extraer algunas conclusiones. Las grietas de lo instituido, por donde asoman las contradicciones, las dificultades y los conflictos, son sufridas por los trabajadores más precarios y especialmente por los usuarios. Estas personas son las más acertadas para señalar, desde la honestidad de la propia experiencia, las críticas a la rehabilitación psicosocial instituida. Un modelo de rehabilitación monopolizado que se presenta como “natural” y sin alternativa, jerarquizado y que a la vez nos calma a unos y otros con su presencia. La tarea de reflexionar de forma crítica, de pensar en mejorar, reformar, deconstruir o reconstruir el modelo y las prácticas de rehabilitación psicosocial, supone un esfuerzo y refleja una actitud de compromiso, que siempre hay que agradecer, independientemente del alcance de lo reflexionado. Pero esta exposición puede resultar muy complicada y a veces perjudicial si se realiza al amparo de lo instituido y resulta silenciada.
El autor de la novela Ordesa, Manuel Vilas, fue el encargado de clausurar la jornada. En su conferencia reapareció un discurso crítico, a contracorriente, que nos hacía reflexionar. Se definió a si mismo como un escritor sufriente y nos explicó cómo ese dolor del alma no hay que medicalizarlo ni luchar contra él, sino ser capaces de amarlo, porque forma parte de nosotros mismos. Pero el propio Manuel Vilas tampoco pudo resistirse a la narrativa instituida: estaba sorprendido por toda la iconografía romántica en torno a la muerte voluntaria de Mariano José de Larra cuando era evidente que se había suicidado porque debía padecer una depresión.
Va a ser verdad que hay grietas en todo y también en nosotros, no nos apresuremos a cerrarlas en falso y permitamos que entre la luz.
Alberto Ortiz, socio de la AMSM