Carlos M. Jordán Cristóbal
Contrapsicología: De las luchas antipsiquiátricas a la psicologización de la cultura
Roberto Rodríguez (ed.)
Ediciones Dado, 2016
450 páginas
Decía Puente-Ojea que toda ideología contiene en sí misma una vertiente crítica que, coyunturalmente, puede hacer que se incline en su dirección todo el conjunto, pero que, las más de las veces, convive con entera naturalidad con aquello que critica, cumpliendo una función de liberación de tensiones –individuales y colectivas- a la que denominaba horizonte utópico de las ideologías.
En el corpus ideológico de lo que conocemos como Salud Mental, la Antipsiquiatría ha cumplido ese papel desde hace unas cuantas décadas y, así, la reforma psiquiátrica, el apoyo a las asociaciones de pacientes o la lucha contra los excesos de la industria farmacéutica son vistos como avances alentados desde posiciones profesionales progresistas, sin que por ello se vea menoscabado el papel asignado a la psiquiatría como forma de control de algunos de los márgenes del funcionamiento social.
En este contexto, la Psicología Clínica, como rama sanitaria de la Psicología, se puede ver asimilada a esta vertiente más progresista de la Salud Mental de forma automática, por el hecho de poder plantear un discurso ajeno a los fármacos. A los pérfidos psiquiatras y sus inmisericordes prácticas coercitivas, muchas veces mediadas por intereses espurios, se les contrapone la figura del psicólogo clínico, alguien dispuesto a escuchar y con una sana y desinteresada vocación de ayuda. La idea de una Psicología al servicio de las personas sin que se sospeche de ella no se limita a la Salud Mental: en cárceles y en servicios sociales, en colegios y residencias de ancianos, en empresas y clubes deportivos, ante una catástrofe o una enfermedad como el cáncer, allí habrá un psicólogo para ayudarte.
Pero, ¿no resulta sospechosa esta ubicuidad? Contrapsicología: De las luchas antipsiquiátricas a la psicologización de la cultura, compilado por Roberto Rodríguez –Profesor de Psicología Social en la Rey Juan Carlos y autor él mismo de uno de los capítulos más interesantes del libro-, nos muestra la intrincada y poco edificante relación de la Psicología con la ideología de nuestros tiempos. Distribuidos en cuatro secciones –Historia, Epistemología y Ámbitos Institucional y Cultural- los capítulos van desmontando esa imagen de buenismo con base científica en dónde está situada la Psicología para devolvernos otra bien distinta: no como refugio de los individuos ante la desestructuración social y la imposibilidad de lo colectivo que plantea el sistema capitalista, sino como una de las herramientas para sostener y reproducir esta desestructuración.
Si el texto va mucho más allá de la crítica en el ámbito de la salud mental –aunque da cuenta de ella- y su lectura es recomendable para cualquiera, psiquiatras y psicólogos clínicos deben estar de enhorabuena con su publicación. Los primeros, para poder relajarse ante las críticas que puedan recibir de esos profesionales inmaculados que ahora dejarán de serlo; los segundos, porque la contundencia de esta crítica es la prueba evidente de la profundidad con que nuestra especialidad se enraíza con el discurso actual, una garantía de que también estamos del lado de los poderosos.