Hemos estado en nuestras XXI Jornadas “Espacios de Locura y Participación” celebradas el 25 y 26 de Febrero de 2016

Estamos satisfechos, y también removidos.

Escogimos el título porque nos permitía pensar todos juntos. Al escogerlo debatimos sobre las connotaciones del término locura, incluyendo la locura de la institución, de los profesionales.

Estamos satisfechos porque nos propusimos reflexionar sobre experiencias que nos ayudaran a orientar la transformación de nuestras prácticas. Y hemos escuchado a diversos ponentes hablar del enfoque de Diálogo Abierto; de los Clubhouse y el Proyecto Ícaro (“¿qué significa ser llamado loco en un mundo que se ha vuelto loco?; no hay cambio en el mundo de la locura sin revolución social; 350 Clubhouse en el mundo son mucha gente, aquí nos falta perspectiva”, Martín Rodríguez Téllez); de las voluntades anticipadas (“todo el mundo es capaz y nuestra tarea es facilitar apoyos; orientarse desde los deseos de la persona y no desde los del sistema¨, Vicente Ibáñez Rojo); de las experiencias desde asociaciones de usuarios (¨no hay que sensibilizar contra el estigma, hay que concienciar acerca de los derechos; rearmarse mejor que empoderar” María Dolores Romero); de los equipos de gestión compartida; de los grupos de apoyo mutuo, de alternativas como la hospitalización domiciliaria.

Se pudo visibilizar que hay alternativas al paradigma biologicista en salud mental dentro y fuera de las instituciones, y también que existen espacios intermedios de colaboración. Se mencionó a los “profesionales como consultores” para la generación de espacios autogestionados, y también se habló de espacios autogestionados sólo por expertos por experiencia. Todas las experiencias fueron inspiradoras, y Anni Haase dialogó con toda sala, en un ejemplo directo de cuál es la filosofía de Diálogo Abierto. El principio número 1: no está permitido hablar de los pacientes y sus familias si no están presentes. Transparencia, respeto, horizontalidad, todos somos expertos, no se toman decisiones sin su participación. También nos llevó a reflexionar sobre la necesidad de tolerar la incertidumbre, de no apresurarse a diagnósticos ni a tratamientos: “podemos estar ahí no sabiendo sin dejar de ser profesionales”. Y nos marcaba un imperativo ético: actúa siempre para aumentar el número de opciones. Al ser preguntada por la aplicabilidad del modelo en nuestro contexto, contestó: ¨los valores son universales, ¿por qué no se van a poner en práctica en cualquier lugar?”. Nos quedamos con la sensación de que en Laponia desarrollan algo que culturalmente podría ser más Mediterráneo: los vínculos, la comunidad, el apoyo mutuo, el diálogo.

En la mesa sobre los retos para el buen trato en las unidades de hospitalización es donde más se evidenciaron las contradicciones de las instituciones psiquiátricas y la dificultad para poder hablar sobre este espacio. Aunque creemos que se abrió un debate necesario en el que deben participar todas las voces, no logramos generar un espacio seguro en el que pensar juntos cómo comenzar a construir una alternativa. Faltó tiempo para reposar lo emocional y poder pensar si hay que eliminar las UHB o transformarlas, si hay alternativas a la hospitalización, si se puede mejorar la atención a las crisis antes de que lleguen al hospital, si hay que cambiar el funcionamiento de las UHB.

De esta mesa salimos con la sensación de que la recuperación de las instituciones es posible, pero que queda mucho camino. Ante un problema institucional las soluciones no podrán ser sólo individuales, sino colectivas. En mejores instituciones tendremos mejores profesionales. Las actuaciones individuales de los profesionales también ocurren en un contexto. Trabajamos y vivimos en la misma sociedad que genera sufrimiento psíquico en muchas de las personas a las que acompañamos: precariedad laboral, espacios físicos mal diseñados, carga asistencial, competitividad, más importancia de los resultados que de los valores, individualismo, relaciones jerárquicas de poder, primacía de lo económico y falta de compromiso político en garantizar los medios para que se ejerzan los derechos de las personas con las mayores garantías.

De esta mesa también salimos con la sensación de que necesitamos lugares donde seguir encontrándonos y apoyándonos, porque trabajamos en espacios que nos enloquecen. En espacios donde no siempre podemos participar libremente expresando nuestra opinión sobre cómo se deberían hacer las cosas. Tradicionalmente estas Jornadas han sido un lugar donde profesionales que coinciden en la necesidad de transformar las cosas se encuentran y se acompañan para denunciar la locura que les generan sus espacios de trabajo, donde acompañarse en lo que duele saberse cómplice cuando no se es ignorante. Donde pensar juntos en cómo mejorar nuestra manera de acompañar a quién acude a nuestros servicios, y en las mejoras que el sistema requiere.

Incluso durante las Jornadas, las voces más libres han sido las de las personas que han tenido experiencias negativas en su paso por los servicios de salud mental. Voces que han interpelado a los profesionales con vehemencia. Que nos han traído testimonios muy dolorosos de maltrato. Que nos han señalado una y otra vez cómo el lenguaje que utiliza la psiquiatría tiene muchas veces una carga de violencia simbólica. Hubo momentos en los que se increpó a los profesionales con la rabia y el dolor del sufrimiento vivido en otros espacios, lo que dificultó el diálogo constructivo. Los debates han sido intensos, tensos en ocasiones, no siempre hemos podido pensar juntos. Es difícil establecer un equilibrio entre la pluralidad en la participación (escuchar más voces, más mentes, más perspectivas) y brindar un espacio suficientemente amplio para que cada individuo profundice en su aportación. Necesitamos también nuevas metodologías, nuevas dinámicas de encuentro que faciliten este diálogo, espacios donde poder pensar juntos con libertad y respeto. No paramos de aprender.

La interpelación de los afectados por el sistema nos obliga a pensar que algo más podemos hacer aparte de juntarnos a acompañarnos entre los que sentimos que hay que transformar el sistema de salud mental. Nos obliga a repensarnos cada intervención, a llevar este debate a nuestros equipos. Cuando se pueda. Porque también hubo quien hablo de miedo. De miedo al aislamiento y a las represalias en el lugar de trabajo. También por este motivo lo individual no va ser suficiente. El miedo va a cambiar de bando, como el lema del 15M. Bien. Pero que tengan miedo los del otro bando, a ser posible. Vamos a cuidarnos, y que al menos en los lugares donde nos acercamos a construir en común no tengamos miedo. Hubo quién señaló que su asociación de usuarios no representaba a todos los usuarios, ni las asociaciones de familias a todas a las familias, y nosotros añadimos que ni las asociaciones de profesionales a todos los profesionales.

Venimos de un sistema con una larga trayectoria individualista, fragmentadora, generadora de desigualdad y sufrimiento. Ya no nos sirven las categorías estancas, el vosotros y el nosotros. Salirse de ahí es nuevo para todos. Va a ser inevitable atravesar este cambio con cierto malestar, pero merece la pena. Merece la pena cuidar los espacios en los que estos debates son posibles. Para construir espacios de deliberación entre todos los que nos sentimos comprometidos con un cambio en la atención.

Somos partícipes de un sistema en el que cada vez hay más ejemplos de un trato digno a las personas a las que acompañamos en sus procesos de recuperarse del sufrimiento psíquico. Pero lo cierto es que estamos muy lejos de que en la mayoría de las instituciones en las que trabajamos no se vulneren los derechos humanos de las personas a las que apoyamos.

El segundo día de Jornada nos permitió seguir trabajando y cerrar con energía para transformar juntos. Encontramos sostén a la necesidad de un cambio de paradigma apoyados en la ciencia de Jim Van Os, que nos puso datos frente de las preconcepciones que manejan los clínicos sobre la esquizofrenia. Para empezar propone que éste es un término inútil que debería dejar de usarse. Y nos preguntaba, ¿para qué usamos los diagnósticos si tienen una pobre relación con los síntomas, las vivencias, el tratamiento o el pronóstico?, ¿por qué hay que exponerse a la ansiedad pero hay que suprimir los síntomas psicóticos?. Nos ha recordado que no existe ningún marcador biológico diagnóstico para ningún trastorno. También que la paradoja es que la genética, si algo ha demostrado, es que desarrollar esquizofrenia es humano. Que en términos científicos no existe la dicotomía entre trastornos biológicos y psicosociales. Nos presentó un modelo para entender la psicosis como un rasgo relacionado con atribuir hiper significado al entorno. Pero sobre todo nos hemos quedado con tres frases: “mejor falsas esperanzas que falsas desesperanzas (Daniel Fisher), “el profesional no tiene que salvar al paciente, tiene que acompañarle para que se salve él mismo” y “hay que empezar a reconocer lo que no sabemos”. Muy grande Jim Van Os. Y también Alvaro Muzquiz, que nos advierte de si, en el contexto de un sistema hipermedicalizador, no hay riesgo de medicalizar cualquier cosa que esté en el continuo de la psicosis sin el límite que ponen los diagnósticos al tratamiento. Que hay que cuidar el riesgo de medicalizar las nuevas categorías o dimensiones que se plantean como alternativas a las ya caducas.

El broche final lo trajo César Rendueles, sociólogo, con la conferencia “Recuperación y neoliberalismo”. Todo lo que nos trae nos recuerda porqué nos hemos juntado en estas Jornadas y cómo queremos seguir construyendo, y le citamos literalmente. Nos recuerda el modo el que los vínculos sociales crean una malla de seguridad que protege la salud. Frente a las concepciones neoliberales, nos explica que los seres humanos tenemos sesgos igualitaristas profundamente arraigados, así que hay esperanza. La desigualdad mata. Pero el problema no es la pobreza, es la desigualdad relativa. Ésta se nos mete bajo la piel, nos transforma y nos trastorna. Las desigualdades nos condenan a vivir en sociedades frágiles, a vidas dañadas. Cuando la sociedad se fragmenta, aumenta la desigualdad y la desconfianza. La causa de la crisis es la desigualdad y el individualismo, y no al revés. Nos plantea que no hay salidas individuales al individualismo mercantil. Y que el verdadero lenguaje de la emancipación no es el de los derechos, sino el de los deberes, el del compromiso. El compromiso con los vínculos, con los otros, con la comunidad. Y no tanto desde una concepción de un altruismo “egoísta” (“recibo más de lo que doy”), porque desde ahí nos incapacitamos para hacer exigencias éticas universales. Lo que se opone al individualismo no es el altruismo, es el compromiso, el lenguaje de la obligación colectiva. Sólo si elaboramos las normas deliberando en común nos aseguraremos de que son justas. Y hemos empezado a avanzar contra el individualismo, al reapropiarnos, por ejemplo, de la palabra democracia.

Y, la verdad, escuchando a Rendueles, nos quedamos sin nada más que decir. Que seguimos.

 

Junta de Asociación Madrileña de Salud Mental – AEN

Madrid, 5 de Marzo de 2016

 

Agradecimientos a todos los tuiteros que habéis permitido que podamos hacer este resumen: @MBustion, @Saratmz, @_likearolling, @revoldelirante, @AMuSM_AEN, @AENEUROPSI, @IagoRobles, @NievesTapiador, @VeronicaCastri, @EntrevocesOrg, @OtraEsquizo, @selene36es, @AdreasteaQuiesce, @Chamberlin09, @CHArcadia, @FcoValMu, @psiquicritic

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1 Response to Hemos estado en nuestras XXI Jornadas “Espacios de Locura y Participación” celebradas el 25 y 26 de Febrero de 2016

  1. Raquel says:

    Admirable. Una brisa fresca y llena de entusiasmo por el cambio para todos.
    Acuerdo con sumo interés y bebo cada palabra de vuestros informes.
    Gracias. Por todo.

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