[Artículo incluido en el boletín nº 36 de la AMSM]
La delgada línea en el tránsito desde el Yo hacia el Otro en la relación con la persona.
Ana Abad Fernández, Terapeuta Ocupacional CRPS Latina. Grupo 5. Consejería de Asuntos Sociales.
Tutora del Máster en terapia ocupacional en salud mental de la Universidad de Castilla La Mancha.
Alberto Cubero Mellado, Poeta.
Artículo enmarcado dentro de las acciones para el desarrollo y gestión del conocimiento del Máster en terapia ocupacional en salud mental de la Universidad de Castilla La Mancha. http://www.tosm.posgrado.uclm.es
“La sanación se da a través del diálogo”
Rufus May, 2011
RESUMEN:
La delgada línea que separa el trato entre personas, lo que se pone en juego en la relación de ayuda. Lo latente y lo manifiesto, lo explícito e implícito, lo que se dice y se oculta pero se siente. La amalgama de cuestionamientos en los que el profesional debe necesariamente reflexionar, identificar, subsanar…si lo que se persigue es la generación de “escenas reparadoras”.
PALABRAS CLAVE: terapia ocupacional, enfermedad mental, persona, diálogo, yo, el otro
ABSTRACT:
The fine line between the treatment of people, what is at stake in the aid relationship. The latent and the manifest, explicit and implicit, what is said and hides but feels… The amalgam of questions in which the practitioner must necessarily reflects, identify, correct…if what is sought is the generation of “reparative scenes”.
KEY WORDS: occupational therapy, mental disorder, person, dialogue, self, the other
LA DELGADA LÍNEA…
“El Yo es frontera entre el ser y el afuera, es decir, el otro, lo Otro. El Yo, quien se muestra ante el mundo desde la conciencia, se constituye, así, en la Poiesis del Eros y su manifestación más importante es el lenguaje verbal”
(Cubero, A., 2012)
Lo deseable, quizás, fuera permitir en el “otro” su capacidad rizomática, la posibilidad de descubrirse, de potenciar el espacio donde convergen las posibilidades de la ideación, de la metamorfosis que sucede cuando aquellas construcciones que, aparentemente, permanecían estáticas, consiguen generar su capacidad resiliente para flexibilizar y descubrir otra mirada, otra perspectiva diferente de la que se partía.
Quizás, esta capacidad no fuera algo destacable a revelar, cuando el “otro” fuera considerado como un igual. Un igual con capacidad y decisión para pensar, decidir y por tanto “inclusive”, reconsiderar y protestar sobre lo que aquél llegara a demandar y/o tal vez exigir.
Cuando las dimensiones se unen y equilibran desde un mismo plano (pero, hacerlo de verdad!), quizás emergería sólo, sin el aparente esfuerzo que supondría el mandato, la orden, el establecimiento en sí de un estilo distinto y determinado de relación.
Henry y Strupp (1994), encontraron cómo el “desarrollo de comportamientos de exploración y valoración por parte del terapeuta, facilitaban la alianza, la relación de ayuda…la relación terapéutica”.
Mary Reilly citada por Kielhofner, G. (2006), aclaraba cómo en el comportamiento ocupacional debe necesariamente proporcionarse un contexto de exploración, para que la persona alcance su sentido de competencia y posterior logro para la práctica de ocupaciones.
Pero, acaso… ¿no es eso lo que nos une como seres humanos? ¿No es eso lo que como personas deseamos y necesitamos sentirnos y desarrollarnos? ¿Por qué, si partimos de esta posible afirmación, se pervierte en ocasiones el trato hacia personas con diagnóstico mental? ¿Por qué esta diferenciación? ¿Por qué puede imponerse el dar por hecho que el diagnóstico mental invade su capacidad rizomática? ¿Quién establece, al fin y al cabo, la enfermedad mental?, ¿O serán acaso las sociedades las que están enfermas como Bauman nos apunta?
“¿Pero es que no somos castrados todos desde la más tierna infancia? ¿Es que no se encargan las instituciones, desde la escuela pasando por los más tenebrosos y peliagudos poderes fácticos, de marcarnos por dónde ir? ¿No estrangulan nuestras líneas de fuga? ¿Y los que toman decisiones cada día que hunden en el pestilente fango a millones de personas?, ¿Son cuerdos quienes dan orden de bombardear una ciudad en la que morirán miles de seres humanos? Qué grotescos e hipócritas resultan en ocasiones los conceptos y quienes los elaboran.” (Cubero, A. 2012)
Consideraciones y tratamiento hacia el “Otro”, el “enfermo”, donde la capacidad rizomática queda anulada, para dar por hecho que no está presente, que nunca lo estuvo, que tan sólo el “otro” es mero receptor de lo que a uno le sobreviene emocionalmente…sería tal vez como pensar que el cielo no alberga a sus estrellas.
Quizás fuera objeto de estudio aludir al motivo o motivos que configuran a uno, la potestad de aniquilar, de algún modo, la capacidad rizomática del “otro” para abanderarse en la potestad de “decidir”, “empujar”, cosificar su voluntad y acción.
Quizás todo fuera mucho más sencillo, si entre ambos: el “Yo” frente al “Otro”, se permitiera y nos permitiéramos la disposición hacia el encuentro. Un encuentro fusionado hacia el propósito que les uniría y para lo que están llamados. Una relación donde la actitud fuera propositiva, donde el uso del “Yo” como herramienta terapéutica para y con el “Otro” fuera lo realmente importante.
Quizás desde este lugar utópico se generaran relaciones de ayuda basadas en la confianza, en la percepción y la sensación que traslada el confiar, el “dejarse”, en el simbolismo del hecho de “abandonarse” cuando uno cree y deposita su Ser en alguien que no es él.
Cubero nos recuerda que la utopía es posible, cuando lo que subyace sea la motivación hacia la construcción de la utopía a pesar de la distopía que cada uno llevamos dentro.
Confianza (RAE con-fianza). La Ciencia y el Arte de la Terapia Ocupacional se unen para posibilitar el encuentro con la persona. Ni la Ciencia sin el Arte, ni el Arte sin la Ciencia. Ambos en un recorrido conjunto, fusionado, unido, para tratar de conseguir generar un cambio hacia una situación de mayor equilibrio ocupacional.
“Antes de encontrar el significado a la experiencia subjetiva, es necesario crear el clima de confianza. Cuando se posibilita en la relación de ayuda la confianza y se hace de verdad, se da a la persona la capacidad de elegir. Esto potencia que disminuya el miedo” (May, R. 2011).
La relación de ayuda que se establece deberá partir de un terreno árido, neutro, donde emerger o debilitar el encuentro con el otro se torna como un proceso delicado, donde mimar cada uno de los flecos será la tarea. “La colaboración y comunión sin el uso de la competencia. En la competencia siempre pierde uno y el que gana es el tercero”. (Maturana, H., 1984)
Es en el concepto de salir de uno mismo para adentrarse en el “otro”, donde se ponen en juego todos los condicionantes. El uso del lenguaje en todas sus vertientes. Como nos recuerda Cubero, “el lenguaje como una forma de posicionarse en la vida”.
Las relaciones humanas son intrínsecas a la persona. No podemos dejar de relacionarnos. Al igual que somos seres sociales u ocupacionales por naturaleza, como nos matiza Wilcock (1998). No podemos dejar de sentir, percibir, detectar. Otra cuestión bien distinta será lo que hagamos con aquello que percibimos.
Pero el encuentro se produce. Un encuentro que parte con desventaja. Éste no emergería si no se generara desde el lugar de vulnerabilidad de uno de ellos. Es desde ese mismo momento, que se establece un punto de partida donde comienza la diferenciación. Lo compartido será para la creación de una relación vincular y no relacional. Finol (2012) reflexiona sobre ambos conceptos. “Vinculo como el interés por destacar los aspectos individuales íntimos que se nos cuelan en la relación con el otro sin darnos cuenta. La relación como aquel espacio donde se destacan los aspectos palpables y visibles de la interacción”.
La delgada línea del tránsito hacia el encuentro. La relación y el vínculo, emergen en ese mismo instante. Es desde ese preciso momento, donde se inicia el recorrido en uno u otro sentido. Incluso sin llegar a conocer al “otro”.
La idea sobre el cómo será la persona con la que vincularse, parapetada ésta tan solo en la subjetividad de lo que genera un protocolo de derivación. Algo así como el guión de vida predeterminado con lo que los padres imaginan qué será y se conformará la vida de sus hijos desde el mismo momento de la concepción y de la que, de no darse un buen manejo, exigirán un resultado. Quizás éste en el devenir de la vida del concebido se aleje del que idearon sus padres y, por consiguiente, todo se complique, tal y como nos recuerda Martorell (2000).
Ya desde ese primer instante nada resulta inocuo, nada partirá de nada. Se comenzarán a fraguar elementos que estarán presentes tanto en lo manifiestocomo en lo latente. Pero presentes. El “Yo” no parte de cero, el “otro” tal vez sí.
Cabe desear que esa misma composición que uno imagina sucederá como tránsito, sea éste fructífero. Fructífero no sólo en el desempeño que el “Otro” pudiera alcanzar sino también fructíferosen que, al menos, el acercamiento no acompañe a vinculaciones fraguadas de sargazos.
Será pues desde aquí, que el “mundo se paralice”, para dar paso al contacto, al tacto y que éste no se quede en el propioceptivo, sino al del uso del lenguaje en su más amplia comprensión de la palabra. El sentido de Eros en su total espectro como una forma de amar, de llevarlo a su práctica, lo que los griegos conceptualizaban como Poiesis.
Es en la relación que uno deja de ser uno mismo, para dar entrada al otro. El mundo de intersubjetividades estará presente como sinergia que se inicia sin un control funcional que lo delimite, sino llevado por el caballo emocional de uno. El cómo generemos, fragüemos, consolidemos esto que emerge, será la labor del profesional.
No podemos mirar a otro lado. La atención debe ser minuciosa en este tránsito, para que aquello que se construya, sea correctivo y lleno de escenas reparadoras hacia el “otro”. De su mundo subjetivo y el sufrimiento que conlleva como lo hace Sísifo con su piedra y no por su carácter absurdo, sino pesado. Será esto más deseable que el hecho de seguir sumando sufrimientos, ni siquiera ya manipulados como del que parte, sino sufrimientos por determinar pero que visionariamente aparecerán cuando la relación de “ayuda” lo único que ofrezca sea “el cordel para anular la lengua de los moribundos” como nos recuerda Rosal (2001).
Que aquello que construyamos con y para el otro sea lo relacional, la alianza, lo terapéutico, lo correctivo, lo sanador, lo reparador. En fin, la creación de raíces cuyo único propósito radicará en el beneficio nominativo, en el beneficio hacia el otro y no en aquél que se derive de otras intenciones subyacentes del profesional.
En el tránsito que emerge de este recorrido desde el “yo” hacia el “otro”, estará presente aquello en lo que me erijo y construyo, en el modo en que entienda el mundo. La delgada línea está presente desde ese mismo instante.
Desde ese lugar que Bauman nos enfatizaba del “animal laborans”, del concepto del hombre creativo frente al “homus sacer” como hombre deshumanizado. El ser humano dotado de palabra que nos permite percibir lo “justo” de lo “injusto”, de la capacidad de utopizar, de la vocación de esperanza como esencia de uno mismo.
La diferencia entre estilos radicará no en las grandes cosas ni en las grandesacciones. Esa diferencia estará en lo sutil, en lo subliminal, en los mensajes encriptados que se irán generando.
Ningún profesional construido desde el rol que le confiere la palabra, acusará el hecho de no posicionarse en la necesidad de facilitar la recuperación del “otro”. Esa es la máxima en la apariencia del “profesional” que está llamado a la ayuda. Empoderarse desde una relación basada en potenciar en el otro su “recuperación”. Nadie se jactaría de promover lo contrario. Pero la palabra todo lo resiste. El apoyo, el soporte, el vínculo hacia la recuperación del “otro” se colará en los diferentesaspectos, incluidos los no visibles. En lo sutil y lo potente que se “dice” con un solo gesto, con un “solo” timbre de voz, con una “sola mirada”, con un “solo posicionamiento corporal”…
Camus enfatiza en la “filosofía del absurdo. Nuestras vidas son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que creamos”. Y eso, el cómo creemos frente al “otro” es lo que estará en juego. Desde ese creer para poder crear. Recomponer, reconstruir… Los terapeutas ocupacionales creen en la acción como vehículo para la el inicio…
“La acción posibilita el perdón y el milagro. Mediante la acción el hombre puede comenzar de nuevo cada día. El hombre rebelde será por lo tanto, aquel que se encuentre en todo momento frente al mundo. Para ello es necesaria una ética de cantidad, no de la calidad, que acumule el mayor número de experiencias. Esta eterna vivacidad, este eterno confortamiento con el absurdo mediante el mayor número de experiencias, es justamente lo que daría sentido a no renegar del absurdo”. (Hannah Arendt, 2002)
Sísifo perseveraba en su propósito de la piedra, a pesar del esfuerzo aparentemente inútil de su Hacer. Resultaba incesante en su empeño con la complejidad de no conocer cual sería la motivación que le surgiría para seguir perseverando.
Mary Reilly apuntaba que “el hombre, a través del uso de sus manos energizadas por la mente y la voluntad, puede influir en el estado de su salud”. Si conocer cuáles son las fuentes motivacionales que proyectan la naturaleza ocupacional del ser humano se constituye en una de las áreas de competencia del terapeuta ocupacional, el modo en cómo construir y acotar el tránsito desde el “Yo” hacia el “otro”, se erige como condición específica y nuclear para la praxis. Quizás en algún sentido, la misma condición que debería establecerse entre los seres humanos y el modo en cómo nos relacionamos y nos consideramos.
“Mi recuperación estuvo relacionada con el hecho de ganar la confianza de otras personas en mis capacidades y en mi potencial. Detrás de eso estaba la recuperación física, que requería descanso, actividades terapéuticas y buena comida. Aproximarme a nuevos contextos con seguridad en mí mismo me ayudó a resistir la adopción de una identidad basada en un modelo de enfermedad”
(Rufus May, 2005)
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