Apuntes para el trabajo en un Equipo de Apoyo Social Comunitario
Octavio Finol Benavides. Psicólogo.1
Héctor Luna Arranz. Trabajador social.
Equipo de apoyo social comunitario “Fuenlabrada”. Red de Atención Social a personas con enfermedad mental. Consejería de Asuntos Sociales. Comunidad de Madrid. Gestión Técnica: Fundación Manantial.
Introducción
La llamada “Reforma psiquiátrica” en España se identifica con la entrada en vigor de la Ley General de Sanidad de 1986. Esta introdujo un reordenamiento administrativo y de las unidades de atención que ponía el énfasis en una red de estructuras intermedias y apoyos comunitarios para la rehabilitación e integración social de los pacientes (Ley General de Sanidad 14/1986, comentada, 1987).
Resultado de este proceso, hace 9 años, y tras la puesta en funcionamiento de los Centros de Rehabilitación Psicosocial (CRPS), las Residencias (anteriormente Miniresidencias), los Centros de Día (CD) y los Centros de Rehabilitación Laboral (CRL), surgen en 2005 los Equipos de Apoyo Social Comunitario (EASC). Su intención es la de atender, desde una perspectiva comunitaria, a dos tipos de usuarios. Por un lado a personas atendidas desde los Servicios de Salud Mental que no tienen necesidad de acudir a un centro o participar en un programa intensivo de rehabilitación porque con un apoyo mínimo pueden estar en su domicilio (no necesitan otro recurso de la Red), y por otro a aquellas personas con un seguimiento casi inexistente desde los Centros de Salud Mental por tener dificultades de aislamiento social, por falta de recursos o habilidades, o por no poder o no saber cómo demandar ayuda. Estos Equipos de Apoyo Social Comunitarios son equipos multiprofesionales, formados por un trabajador social, dos educadores sociales y un psicólogo (Plan de Atención Social a Personas con Enfermedad Mental Grave y Crónica 2003-2007, 2003).
El abanico de actuaciones desde el Equipo de Apoyo es muy amplio, por lo que la flexibilidad es su característica principal. El Equipo se adapta al usuario, a su contexto y a los diferentes momentos de la relación con él. Esta relación estará reforzada desde el vínculo establecido entre el profesional y el usuario, y que marcará una intervención más directa o inmediata, así como el trabajo de coordinación entre los diferentes equipos técnicos involucrados.
Los Equipos de Apoyo son el último recurso diseñado por la Red de Atención Social a Personas con Enfermedad Mental Crónica y Duradera. En contraste a otros recursos de atención, lo escrito hasta ahora sobre su práctica es escaso. Como todo dispositivo de este tipo, en su puesta en funcionamiento se encuentra con innumerables dificultades que deben ir encontrando respuesta en el hacer. Así se irá generando un conocimiento práctico que debe ser incluido en una reflexión continuada sobre la intervención para ir desarrollando un modo propio de actuación.
La necesidad social desde la que surgen los Equipos de Apoyo no es única de la realidad española. En otros contextos se han diseñado estrategias similares que permitan acceder a poblaciones que no tienen posibilidad de recibir atención institucional. De tal forma que la esencia de los EASC es dar cobertura a los lugares donde la institución no llega, como puede ser el domicilio, el barrio, el contexto propio del usuario. Del surgimiento de los EASC se definen los objetivos de su intervención: el trabajo en el contexto del usuario para fomentar su integración y autonomía en su cotidianidad, y el mantenimiento de un lazo social que le permita estar vinculado a una espacio de interacción con otras personas.
De la confluencia del espacio de trabajo y de los objetivos de los mismos, surgen las particularidades de la intervención. Los fenómenos que en ella acontecen serán únicos y diferentes a las interrelaciones surgidas en otros dispositivos. Por lo tanto debe exigirse una reflexión propia de las “manifestaciones” que suceden en el quehacer de los EASC, ya que darán un carácter de especificidad a nuestra intervención. Entendemos que la reflexión que se realice de la intervención de los Equipos de Apoyo tiene que surgir de su práctica misma, porque aun cuando la teoría elaborada desde otros contextos puede contribuir a nuestra reflexión, esta transferencia de conocimientos acumulados no es inmediatamente aplicable. Nuestro proceso de reflexión debe nutrirse de lo específico de cada caso y abarcar las constancias que encontramos en todos los EASC del territorio. La capacidad que tengamos para ir definiendo nuestras particularidades redundará en una práctica más efectiva, en definiciones de objetivos más precisas y en la clarificación de nuestros roles profesionales.
Trabajando desde el vínculo
Antes de hablar sobre el vínculo hay que destacar la importancia que tienen en la intervención con usuarios, los valores éticos del profesional, la forma de entender la enfermedad mental y los procesos que, entendemos, nos llevan a alcanzar una vida con sentido. El trabajo con los usuarios y la relación que se establece con ellos, conduce ineludiblemente al profesional a ser interpelado constantemente sobre los preceptos con los cuales estructura “su buena práctica profesional” y que lleva en muchas ocasiones a tomar partido en relación a lo que se debe o no se debe hacer.
Nosotros entendemos la intervención desde un conjunto de ideas que tienen como misión fundamental potenciar el protagonismo y la responsabilidad de la rehabilitación en el usuario. Es decir, facilitar que el usuario sea una parte activa en su proceso y que se responsabilice de su situación para, con el apoyo del profesional, planificar un recorrido que surja de los propios intereses de la persona. Es un conjunto de ideas que hablan del empoderamiento, de que el sujeto llegue a ser capaz de tomar sus propias decisiones, definir sus objetivos y planificar los pasos necesarios para alcanzarlos. Es un modelo que surge de una crítica al asistencialismo y al modelo hospitalario en el que los profesionales dictan la pauta a seguir, una actitud que es continuada por los familiares y todos aquellos que participan del proceso, olvidando darle voz al sujeto. Es ético considerar que toda persona tiene capacidad de elección, aun cuando su cordura esté puesta en duda.
Por otro lado, y quizá más importante, pensamos que el hecho de que el usuario se implique en su proceso personal, aumenta la motivación, su capacidad de decisión, la responsabilidad de sus actos e incluso fomenta el manejo de la frustración cuando no alcanza sus aspiraciones. Es, en definitiva, el proceso natural de desarrollo por el que pasa toda persona. Es una intervención que contribuye a la reconstrucción de una vida truncada por la problemática mental donde los profesionales acompañan, asesoran, orientan, un proceso en el que, a medida que avanza, la persona se convierte en sujeto de la acción y no en un mero “objeto” dirigido, con la intención de fomentar su autonomía e independencia, que en definitiva es lo que se busca.
De la misma forma que trabajamos conjuntamente con la persona para encontrar un camino que le permita una vida más satisfactoria, estamos obligados a ofrecer una esperanza acorde con sus posibilidades. Desde el Equipo de Apoyo sabemos que la conquista de espacios en los que pueda desarrollar su autonomía y las relaciones sociales, mejorará sustancialmente sus condiciones de vida. Es en estos espacios donde el usuario puede encontrar una satisfacción personal a pesar del trastorno. La esperanza no tiene que estar centrada en un fármaco milagroso, sino en la cotidianidad, en la rutina diaria, en el deseo de relacionarse con los amigos, estar con la familia, hacer las gestiones planificadas y sentir que se es parte de lo social. Durante la intervención se transmite una convicción en las potencialidades del usuario para su recuperación que paulatinamente incorpora en la percepción de sí mismo para empezar a dar pasos en su proceso.
En la intervención realizada desde los EASC se destaca una característica fundamental, “el trabajo cercano con el usuario”. Los profesionales que trabajamos en los EASC compartimos con el usuario su contexto cotidiano, su barrio, el bar al que acude habitualmente, la casa, e incluso su habitación. El medio donde se trabaja es muchas veces un espacio muy personal del usuario, y en él las relaciones que se establecen no están sujetas a los estándares de las relaciones institucionales o a las que se crean en los centros a los que acuden habitualmente. Este tipo de intervención hace que las situaciones con las que se encuentran (profesional y usuario) sean más diversas abarcando una amplia gama de posibilidad de experiencias que pueden ser vividas por ambos.
Estas características del trabajo hacen que la relación que establece el profesional con el usuario sea “más estrecha”. Para algunos, esta cercanía de la relación es un riesgo, debido a que la involucración emocional puede afectar negativamente la intervención. Puede pensarse que los procesos personales que se despiertan en el profesional entorpecen el proceso de recuperación, obstaculizan la toma de decisiones y dificultan las coordinaciones. Tradicionalmente se ha enseñado a mantener una actitud ante el paciente “objetiva”, distante, neutra, despersonalizada, incluso fría. La justificación se basa en “la razón” de una toma de decisiones aséptica de lo que hay que hacer según determinado protocolo.
Hay que recordar que estamos hablando de personas que tienen dificultades para la vinculación social y que muchas de ellas han estado aisladas de una red social durante años. En muchas ocasiones nosotros nos convertimos en esa primera relación social significativa que el sujeto tiene desde hace tiempo. En Latinoamérica llamaron durante un tiempo al acompañante terapéutico2 “amigo cualificado” ya que nos manejamos en esa frontera en la que el grado de intimidad es mayor que en las relaciones profesionales tradicionales (Duarte 2005, Chevéz 2012, Rossi 2007). En algunas citas, la duración de las intervenciones individuales puede llegar a ser más larga de lo habitual ya que acompañamos a la realización de gestiones, propiciando la aparición de aspectos más espontáneos de las personas implicadas, que abren la posibilidad de una relación diferente. La estrechez del vínculo establecido con el Equipo de Apoyo permite llegar a espacios íntimos del usuario que facilitan el hecho de que nos coloquemos como una referencia.
Diferentes autores de distintas disciplinas a lo largo de la historia han resaltado la importancia de la relación que se establece con el usuario paciente, entendiendo que en la necesidad de ayuda el profesional debe mostrar empatía, interés, respeto, comprensión, etc. Desde la psicología humanista Rogers señalaba que el profesional también es persona y debe mostrarse humano, espontáneo, cercano. Incluso la alianza de trabajo, o la alianza terapéutica es un constructo que trata de describir la compenetración, la motivación de un trabajo conjunto hacia un objetivo. Desarrollos más recientes hablan de la construcción de un vínculo intersubjetivo, entendiendo que en el trabajo terapéutico son ambos miembros de la díada los que aportan a la relación. (Pichón-Riviere 2007, Coderch 2001, Stolorow 2004).
Así pues, “la relación” es un elemento importante para nuestro trabajo con el usuario. No existen instrumentos que medien entre profesional/usuario ya que la forma en que se establece el intercambio comunicacional es directa. El instrumento de observación son los profesionales mismos. Esta situación conlleva a la necesidad de estar centrados en la evaluación de la relación. Es importante estar atentos a las formas particulares en las que se establece, atender a los aspectos que van más allá de los elementos conscientes compartidos entre el usuario y el profesional, aspectos que entran dentro del espectro de lo emocional, donde se incluyen los valores personales, las fantasías, los ideales y las expectativas. El “vinculo”, es un concepto que trata de explicar una relación de la que forma parte todo aquello interno, así como lo no explícito que sucede en la relación entre dos personas.
De tal forma que los aspectos personales del profesional participan también en el proceso; son en sí mismos herramientas potenciales de transformación. No hay un instrumento al margen de la persona que interviene, de la persona en relación, sino que el propio profesional es el “instrumento” de la acción. Por ello se deben rescatar aquellas cualidades del profesional que permitan establecer vínculos cercanos y positivos, capaces de incorporar en la intervención una experiencia significativa. El profesional es una persona con una determinada forma de ser, y se relaciona con otra persona que tiene su propia forma de ser diferente. En los intercambios comunicacionales se debe construir un tipo de relación que permita al usuario experimentar formas adecuadas de solventar las vicisitudes con las que nos encontramos en la cotidianidad de la vida social y que quizás no se han podido tener a lo largo de la vida.
Con esta intención entendemos que desde los inicios del proceso, el usuario necesita una persona de referencia que funcione en principio como un apoyo. Con el que pueda compartir su experiencia personal en torno a su situación, en quien confiar sus sentimientos, temores, angustias, incertidumbres, y se convierta en un referente válido, “porque confía”, “porque escucha”, “porque entiende”. Este es un primer momento que definimos como establecimiento del vínculo. Es habitual que al principio no se sepa muy bien qué se está haciendo, porque esta intervención no entra dentro de los modos habituales de aconsejar, ordenar, prescribir o criticar, sino que consiste simplemente en estar con la persona, conocerla y permitir que nos conozca, siendo capaces de establecer una comunicación fluida en la que el usuario se sienta a gusto con un “otro”.
Entendemos que esto debe ser así por que el usuario, a menudo, está encerrado en su mundo interno. Es como, haciendo una especie de analogía, si “el usuario tuviera que levantar los ojos para primero mirarnos y posteriormente, si lo que ve le gusta – si son gratificantes las experiencias vividas-, quizás le interese ver más cosas”. Somos una canal de comunicación de su mundo particular con el resto del mundo, el de todos, el que requiere ajustarse a normas, a unos deberes sociales, a un compromiso con la comunidad. Un mundo en el que es necesario responsabilizarse de sus cuidados y de su salud, disfrutar de derechos y cumplir con obligaciones, y es allí donde el camino de la rehabilitación encuentra su sentido. Por ello el “enganche” en nuestro trabajo es vital, nosotros somos y debemos ser un recurso cercano.
El vínculo se convierte así en un dinamizador, en un motivador en sí mismo. El profesional, a través del apoyo y la compañía ofrece espacios recompensantes que van construyendo una nueva historia vital en la que las nuevas experiencias son vividas con menor ansiedad, con más confianza y con una mayor organización, contención e independencia. Estos aspectos contribuyen a la adquisición de fórmulas nuevas de actuación que reconfiguran la posición del usuario dentro de su entorno social. Todo esto lo hacemos desde la acción, en el acompañamiento en la realización de actividades cotidianas, estableciendo rutinas de actividad relacionadas con la limpieza, el orden, la alimentación, acompañando al usuario al centro de salud, en la búsqueda de información formativo-laboral, en la resolución de gestiones legales, etc. Estamos en su día a día, trabajamos desde su contexto, desde el hacer las cosas que conforman “lo cotidiano”. Se busca que el usuario nos sienta a su lado, no las 24 horas del día, sino en su proceso, en su camino de gestiones, de actividades, de relaciones, de comunicación con el otro, etc. Esto es lo que hace un acompañamiento cuya intención es incorporar al usuario a la red que implica lo social.
El ordenamiento exterior establecido por las rutinas, permite una estructuración interna que le ofrece una realidad, un mundo más entendible, predecible y manejable. Es un vínculo que ordena a través de los días de visita, los temas de conversación, las acciones rutinarias, etc. Son aspectos que hablan del establecimiento de un orden temporal y espacial, que funcionan como un “principio de orden” en la vida del usuario. El profesional inicia este proceso y puede guiarse por indicadores verbales como “te esperaba para comentarte…” o “me he puesto esta camisa porque venias hoy” o “me gustaría que me acompañaras a…” que señalan que el profesional es una referencia. Ya no es alguien externo, que está afuera, si no por el contrario es alguien interno, está dentro de los pensamientos. El usuario “lo piensa” –al profesional-, le busca una posición de importancia en su mundo interno, está simbolizado dentro de un conjunto de asociaciones significativas que van acompañadas de emociones compartidas durante un tiempo prolongado en una historia que les une. Es una manifestación de cómo algo de lo externo se incorpora al entramado interno, y si bien muchas veces no se entiende la importancia de “estar ahí”, hay que pensar que lo que se está haciendo es construir una nueva historia en compañía.
Estos dos aspectos, el hecho que de que se pueda establecer una regularidad de citas que fomenten el establecimiento de un vínculo cercano capaz de convertirse en una referencia para el usuario, a través de una rutina ordenada de actividades que estructuren su cotidianidad, sienta las bases para una apertura social. La experiencia con nosotros debe ser una experiencia que potencie el establecimiento de otros vínculos sociales, nuestro trabajo es crear un espacio en el que se ensaya la experiencia de relacionarnos con los demás.
Trabajo en red
Desde el Equipo de Apoyo se trabaja con personas que por lo general tienen dificultades para relacionarse en sociedad. El aislamiento, la apatía, la anhedonia son, en definitiva, dificultades para entender la realidad, para relacionarse con ella, para “estar” en “lo social”. Trabajamos sobre esas dificultades de una manera directa; acompañamos en el “no salir”, en el “no apetecer”, en el “no hacer”.
Los profesionales del Equipo de Apoyo somos conocedores del contexto en el que vive la persona. Somos también, resultado del trabajo cercano del que hablábamos antes, conocedores de las condiciones individuales de la persona, de sus circunstancias más particulares. Derivado de este doble conocimiento, tenemos una función privilegiada que el propio usuario nos asigna, la de dinamizar sus redes sociales de apoyo. Con ello nos referimos a “tejer” lazos de unión entre la persona y el mundo que tiene alrededor conformado por, desde sus vecinos, familiares y otros grupos, hasta organismos de la administración pública, pasando por los comercios, cafeterías y servicios de su entorno. Estas redes suponen nuevas estructuras que ordenan y que hacen más permeable la comunicación entre el individuo y su contexto social.
La inserción social hace referencia a la participación de la persona en la sociedad. Una participación que implica tener capacidad para influir en el entorno social y mejorar tanto su calidad de vida como la propia comunidad. Supone también hacer uso de los derechos y obligaciones que se tienen como ciudadanos y ser, una vez más, un agente social activo.
La cantidad y calidad de participación de la persona en su entorno precisarán el grado de inserción social. En ella se incluyen diferentes esferas referidas, entre otras, a: posibilidades para el ejercicio de los derechos sociales (acceso a la vivienda, sanidad, educación,…), mantener una actividad (laboral o social) que favorezca los procesos individuales de autonomía e identidad, contar con una variada red de relaciones (apoyo familiar, social,…), etc. Las inserciones sociales, entendidas como los diferentes lugares en los que situarse para participar en/de una sociedad deben ser, como se ha dicho, diferentes. Las inserciones sociales únicas no sólo no son buenas ni suficientes para establecer una relación saludable con la sociedad. Además, debe haber relaciones con diferentes Instituciones o grupos sociales, de otro modo, lo que nos encontraremos será a una persona relacionándose con una Institución, o con un grupo, pero no con la sociedad en general.
Desde el Equipo de Apoyo se interviene para ayudar a la persona a articular nuevos lazos sociales, a multiplicar interacciones perdurables con su entorno, en definitiva, a desarrollar su red de vínculos sociales3. Con ello, paulatinamente se irán desarrollando también otras “esferas” de la persona, se crearán nuevas redes, y se establecerán relaciones con diferentes instituciones; lo que podría ser, yendo más allá, vínculos transinstitucionales. Estos serían aquellos vínculos sociales que se crean transitando “a través de” diferentes Instituciones sociales, no físicas sino intangibles, mucho más allá de las relacionadas con los recursos de atención a la salud mental (Centro de Salud Mental, Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos, Asociaciones, Centros Base, Centros de Rehabilitación, etc.) y de otros espacios terapéuticos (Martínez Hernáez, 2009: 11). Puede ser la Institución de la familia, el sistema educativo formal e informal, Instituciones religiosas, gubernamentales, judiciales, las relacionadas con el trabajo, con el Mercado, etc. Donde lo importante es el hecho del tránsito saludable entre ellas, y no el inscribirse en una sola o el haber llegado a “tocarlas”. Ahí está la meta de la vinculación social, en entender y recorrer las distintas Instituciones de manera fluida. Más que nunca, la meta está en el camino.
El conocimiento previo del medio, la movilización de redes y la inserción transinstitucional se traduce en un recorrido que lleva a la vinculación social de la persona. Ésta, además de conseguirse en el proceso del acompañamiento, como antes se explicó, se logra mediante el trabajo en red, entendido éste como el trabajo sistemático de colaboración y complementación entre los recursos locales de un ámbito territorial. Es más que la coordinación (intercambio de información), es una articulación comunitaria. (Ballester, Orte, Oliver y March, 2003: 2).
De acuerdo al Plan de Atención Social a Personas con Enfermedad Mental Grave y Crónica: el EASC desarrollará su intervención desde una lógica de complementariedad y trabajo en red con los Programas de Continuidad de Cuidados de los Servicios de Salud Mental de referencia. Y también con aquellos servicios o recursos que estén implicados en la atención a usuarios o puedan resultar necesarios para promover su rehabilitación e integración (Centros específicos, Servicios Sociales, instituciones, asociaciones, etc.).
La misión del Plan de atender las necesidades sociales de las personas con enfermedad mental y promover su integración social también se hace realidad a través del trabajo en red del Equipo de Apoyo: Distintas reuniones periódicas con el Centro de Salud Mental, con Servicios Sociales, con Residencias y Centros de Día, etc. que no se basan en el mero intercambio de información acerca del usuario. Además las que se establecen con los diversos centros comunitarios, asociaciones municipales, y demás recursos que permitan la creación de una red que ayude a articular el sistema de socialización de la persona. El Equipo de Apoyo, en el acompañamiento las hace presentes para la persona, y a través del trabajo en red acerca a ellas la realidad del sujeto facilitando esa comunicación entre individuo y comunidad.
Entendemos el éxito del trabajo en red, desde el punto de vista profesional, en tres ámbitos diferentes.
El trabajo en red es útil en primer lugar para el conocimiento profesional de las redes, de lo que existe en la sociedad, de los recursos sociales e Institucionales donde acudir cuando se precise.
Antes de la reforma psiquiátrica, la institucionalización implicaba que todas las necesidades de la persona interna eran cubiertas desde un solo sitio, desde esa “Institución total” de la que habla Goffman (Goffman, 2001: 15). Tras la “desinstitucionalización”, la persona se inserta en un entorno comunitario y la atención pasa a darse desde diferentes dispositivos. Desde el Centro de Salud Mental, los Servicios Sociales, asociaciones diversas y otros centros y recursos comunitarios. Por lo que, en segundo lugar, el trabajo en red se hace necesario para que los mismos aspectos de la persona no sean atendidos varias veces desde distintos recursos, para que ninguna persona se quede “en tierra de nadie”, para no promover el asistencialismo, en definitiva, para optimizar la intervención.
En tercer lugar, y donde el trabajo en red se hace fundamental, es en su función de espacio donde integrar miradas diferentes. Como se ha comentado, ocurre que una misma persona es atendida por distintos recursos, y en cada uno de ellos quizá por varios profesionales, que son también varios focos de intervención. A veces nos encontramos con que desde el Centro de Día, el EASC y el Centro de Salud Mental, por ejemplo, se tienen percepciones diferentes del usuario en cuanto a capacidades y déficits. Esto tiene mucho que ver con la propia lógica de las relaciones humanas, ya que la persona se presentará frente a cada profesional y en cada recurso de un modo determinado, el tipo de vínculo que se establecerá será diferente, los roles que asuman cada una de las partes también lo serán, y la información que se “ponga en juego” en cada relación nunca será la misma. La persona “es” todas las distintas presentaciones y roles con los que se muestra en cada recurso y que se ponen sobre la mesa en el trabajo en red, y muchos más. Los otros dispositivos pueden tener una visión del usuario distinta a la nuestra, pero tan válida como la propia. Hay que estar abierto a ese nuevo flujo de información, interpretaciones y perspectivas. Hay que ser flexible para saber acogerlas como parte de la una realidad de la persona que nosotros no vemos. El trabajo en red será el espacio donde crear un lenguaje común a todos los implicados, que sea claro y permita cooperar, aprender y reconocer las limitaciones del propio recurso y del profesional.
Por otro lado, el trabajo en red no sólo es un lugar de intercambio, entendimiento y cooperación, sino algo más profundo. Es un espacio de reflexión en el que los profesionales nos convertimos en generadores de conocimiento. Es, en este espacio, donde se crea conjuntamente “el caso” a partir de los conocimientos e hipótesis que cada profesional comparte sobre el usuario. Como señala J.R. Ubieto, uno de los objetivos básicos del trabajo en red es conseguir producir colectivamente un nuevo saber sobre el caso tratado (Ubieto, 2012: 42). Partiendo de la visión de la persona que cada equipo técnico comparte en los espacios de coordinación, pueden consensuarse objetivos comunes que cada equipo trabaje desde su metodología y técnicas propias. Así se podrán planificar itinerarios de actuación compartidos, y hacer el trabajo más eficaz, generando a su vez seguridad en el usuario.
Cuando no se establece una buena práctica bajo esta filosofía, las consecuencias son costosas. Algo inmediato son los conflictos que se crean entre dispositivos de atención, que en última instancia repercuten en una consecuencia más dañina para el usuario, la mala praxis profesional. Muchas veces estos conflictos surgen de la sobreimplicación. El profesional, en su interés por cuidar a la persona, acaba por “apropiarse” de sus necesidades, de lo que le pasa, de lo que le proponen desde otros recursos, y termina responsabilizándose también de sus éxitos y sus fracasos. El profesional acaba entendiendo el punto de vista propio como el único válido, erigiéndose el abanderado del proceso de recuperación de la persona. Aunque resulte paradójico, la sobreimplicación hace que el usuario deje de ocupar el lugar central de la coordinación, y ese lugar sea ocupado por las intervenciones profesionales individuales y las “relaciones de poder” entre recursos por el protagonismo en el caso. Cuanto más sobreimplicación haya en un “caso”, más nos alejaremos de las potencialidades que el trabajo en red nos puede ofrecer. La intervención guiada por una visión parcial e ignorante de lo que desde otros recursos se está haciendo, provocará que surjan líneas de trabajo disonantes e incluso contradictorias, que acaban por paralizar la intervención, crear confusión en el usuario, y un malestar muy grande entre los profesionales, derivado de la ineficacia de la misma. Por otro lado, como recuerda J.R. Ubieto, el profesional que no realiza su labor bajo la óptica del trabajo en red, interviene sin la necesaria contención que aquella ofrece. Las situaciones de “urgencia” que a menudo se dan en el trabajo necesitan ser elaboradas con el aporte de las diferentes visiones y voces técnicas. De otra manera se corre el riesgo de un trabajo guiado por la angustia y expresado exclusivamente desde el hacer precipitado, en el que no hay lugar a la reflexión (Ubieto, 2012: 39).
Debe conocerse el funcionamiento del resto de recursos que trabajan en la rehabilitación, y dar a conocer la lógica del trabajo del EASC. A partir de ahí será más fácil escuchar otras voces profesionales sin desacreditar a los dispositivos que tengan una visión distinta a la nuestra; incluso estar dispuestos a ceder y dejar que entren otros para lograr una “anti-institucionalización total”.
Discusión
La experiencia obtenida de la intervención con personas con problemas de salud mental desde los Equipos de Apoyo, nos permite perfilar las particulares potencialidades que tiene este recurso y esta forma de intervención. Su creación, a partir de la constatación de necesidades observables que surgen de la dinámica social, nos obliga permanentemente a reflexionar sobre aquello que nos encontramos en la práctica, con la intención de mejorar la intervención, minimizar el agotamiento de los profesionales y, fundamentalmente, poder dar una mejor atención a las personas usuarias del recurso.
Hemos querido destacar el trabajo necesario que hay que realizar con respecto al vínculo que se establece entre el profesional y el usuario, entendiéndolo como una ventaja que proporciona este recurso específico y que contribuye a generar cambios favorables.
La especial relación de los profesionales del Equipo de Apoyo con los usuarios, de naturaleza casi íntima, compartiendo espacios y situaciones cotidianas en las que se desarrolla el vínculo personal, otorga a aquéllos un lugar único en los espacios de coordinación.
El profesional trabaja con la persona en su casa, por sus calles, en su barrio; comparte con ella su “medio natural”. Más allá de su asistencia a los diferentes recursos de atención, es en ese entorno comunitario propio donde se desarrolla el grueso del día a día de la persona, donde discurre su cotidianeidad “auténtica” como ciudadano al margen de aquellos lugares donde el rol significativo que ocupa es el de “usuario” o “paciente”. La persona es usuaria del Equipo de Apoyo, pero en los encuentros con el EASC, es fundamentalmente usuaria de su entorno, de lo cotidiano, de la sociedad finalmente. Asimismo, este lugar que es lo social cobra más importancia porque es donde, tras los distintos procesos de atención transcurrirá su vida futura.
Por último, el EASC tiene el privilegio y la responsabilidad de funcionar como un canal de comunicación, que traslada información e indicaciones desde el Centro de Mayores al CSM, desde Servicios Sociales a la voluntaria que acompaña a una usuaria, desde el colegio de la hija de un usuario al Programa de Familias correspondiente, etc. El trabajo en red es una constante, algo transversal a lo largo de todo el proceso de atención. El trabajo en red del EASC supone la movilización de apoyos formales e informales del entorno de la persona que redundarán en el fortalecimiento de su red social.
Por todo ello queremos destacar que tanto el vinculo establecido con el usuario y la coordinación realizada con los diversos equipos que participan en el caso, son herramientas de actuación centrales en la intervención, y no fenómenos aleatorios y secundarios del proceso. El uso a conciencia y sistematizado de ambas variables facilitará la creación de las condiciones necesarias para la integración y participación social de usuario.
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Ubieto, J.R., (2012). La construcción del caso en el Trabajo en Red. Teoría y práctica. Barcelona: Ed. UOC.
Correspondencia: ofinol@fundacionmanantial.org; hluna@fundacionmanantial.org
C/ Leganés 59 local. 28945-Fuenlabrada (Madrid)
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El Acompañamiento Terapéutico es un dispositivo de calle surgido en Latinoamérica para atender a pacientes de los servicios de psicología en su domicilio.
Con vínculo social nos referimos a la especial relación entre individuo y sociedad, mediante la cual se logra la inserción social, y que es diferente al vínculo personal entre profesional-usuario del que se habló en el anterior apartado.